La economía de las experiencias nació mucho antes de que tuviera nombre. Podría decirse que al menos uno de los originadores del concepto fue John D. Rockefeller Jr., hijo único del fundador de Standard Oil, cuando allá por los años 20 comenzó a comprar el pueblito de Tidewater para convertirlo en museo viviente sobre la vida en Virginia durante los años coloniales de 1770.
El pueblito transformado recibió el nombre de Williamsburg, la restaurada capital de la Virginia inglesa y desde aquel entonces atrajo a cientos de millones de visitantes. También dio origen a una economía local totalmente nueva basada en alimentar, alojar y entretener a todos esos visitantes además de brindar casas y servicios para toda la gente que trabajaba allí en brindar esos servicios. Toda Williamsburg y sus alrededores son demostración viviente del poder transformador de la economía de experiencias, afirma Theodore Kinni, director de Strategy and Business, en un anàlisis de la evoluciòn de este tema.
Nadie relacionó lo que ocurría en Williamsburg con un nuevo tipo de economía hasta 1998, cuando B. Joseph Pine II y James H. Gilmore, publicaron The Experience Economy: Work Is Theatre and Every Business a Stage, un libro que inmediatamente tuvo eco en la Harvard Business Review. Los autores hablaban de negocios exitosos – como el parque temático de Walt disney, que ofrecían mucho más que productos y servicios: brindaban experiencias memorables que atraían a millones de clientes.
La experiencia del cliente no es simplemente una forma más de agregar valor a un producto o servicio. Es la base de un nuevo tipo de economía. Esa es la nueva postura de quienes a fines de los 90 describieron por primera vez “la economía de experiencias. Continuar leyendo «El poder transformador de la economía de experiencias.»
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