En estos días se ha hablado bastante de Libranda y de sus características, en la mayor parte de los casos en términos muy poco elogiosos. Hay hasta especulaciones sobre si lo que Libranda pretendía, en realidad, era no vender libros.
Algunas de las críticas se centran, debido a un error de posicionamiento de la propia Libranda, en atacar la escasa idoneidad de la plataforma de cara al cliente final, lo que supone un error conceptual: por mucho que su confuso marketing, posicionamiento y diseño lleven a pensar, Libranda no es ni pretende ser una plataforma de venta de libros al cliente final. La idea es mucho más alambicada: se trata de una plataforma para uso de las librerías, un catálogo para que aquellas empresas que decidan vender libros en la red puedan ver el catálogo de las principales editoriales en lengua española y catalana, e incorporar las obras a sus tiendas. Puesto así, lo que cabe plantearse es la razón por la que una iniciativa así tiene una página abierta al público: no solo no le hace ninguna falta (debería ser una plataforma cerrada para que accedan con la adecuada clave los responsables de compras de las librerías), sino que además, confunde. Lleva a un hipotético lector a buscar el libro que quiere, le plantea un absurdo botón de compra, pero le lleva a una tienda donde tiene que volver a realizar la búsqueda para conseguir comprar. Continuar leyendo «DRM: o lo matas, o te mata a ti»
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